miércoles, 29 de septiembre de 2010

SE ACURRUCAN LOS RINCONES O VALLEJO SIN FRONTERAS/ Manuel Velásquez Rojas

El primer acierto del libro de Pedro Granados es su título Vallejo sin fronteras. Verdad indiscutible. Nuestro gran poeta peruano, con sus versos, llega a los países más remotos. Un breve dato ilustrativo. El 27 de abril del 2010, organizado por el Instituto Cervantes de Nueva Delhi, en ceremonia solemne se leyeron, en castellano y en los idiomas hindi y jaipur, textos poéticos de César Vallejo. El profesor de la Universidad Nehru, el doctor Shyama Prasad Gauguly fue el que pronunció la conferencia sobre la vida y obra de César Vallejo, y leyó en castellano, y en hindi y jaipur los textos escogidos de nuestro vate universal. Gauguly, traductor del poeta santiaguino, es un peruanista destacado en el mundo cultural de la India. Vemos, que ya Vallejo llegó a la India, a ser parte de su cultura milenaria. Recordemos que el hindi es hablado por más de 333 millones de indios, y que el jaipur es una de las lenguas oriundas del Estado de Bihar. Y, ahora sí, hablemos sobre el libro que nos convoca esta noche primaveral. Es un libro de artículos con temas variados estructurados por el conocimiento y la pasión vallejiana de Pedro Granados, quien, por cierto, es Ph.D en Hispanic Languages and Literatures por la Universidad de Boston, y ha publicado un libro importante y esclarecedor en la nueva bibliografía vallejiana con el título Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo, que ya lleva dos ediciones, en el 2004 por el Fondo Editorial PUCP, y en ese mismo año se editó por la Universidad Autónoma de Puebla, México. Digo, es difícil establecer una jerarquía en los artículos presentados, pero para mi sentir e inquietud intelectual he escogido dos para analizarlos y glosarlos. El primero lleva por título “Mujer fatal, compañera y madre en la poesía de César Vallejo”; y el segundo “El diálogo Borges – Vallejo: un silencio elocuente”. Ingresemos con mirada atenta y pensamiento abierto al primer artículo. La metodología moderna de presentación del mismo, nos lleva a comprender rápidamente su intención, análisis, y linderos. Como el autor lo dice: “este trabajo pretende mostrar los matices y alcances de la alteridad femenina vallejiana. Es decir cómo el tema de la mujer, presente desde un inicio en la poesía de César Vallejo, nos permite hurgar – creemos que muy productivamente – en la poética e ideología de este complejo autor” (2010:11). Para Pedro Granados el poemario Los heraldos negros sería un libro que ilustra una crisis edípica (o una represión primera) donde la adquisición del lenguaje parte del subconsciente; este fenómeno es más patente en Trilce. Esta crisis edípica representa pasar desde el orden imaginario al Orden simbólico. Los términos del análisis pertenecen a Jacques Lacan (1901-1981), quien redefinió muchos conceptos freudianos bajo las luces del estructuralismo sociológico de Levi-Straus, y el estructuralismo lingüístico de Saussure. La crisis edípica se origina porque el padre rompe la unidad madre – hijo, al prohibir al niño el acceso al cuerpo de la madre. Esta represión primaria, para Lacan, inaugura y desarrolla el subconsciente. Desglosemos algunos hechos de la vida de César Vallejo. Los biógrafos han determinado el amor inmenso de doña María de los Santos Mendoza Gurrionero para su “shulca” Cesitar. Y todos concuerdan que ella fue la primera en advertir la genialidad del futuro gran poeta. Sin duda, César tuvo una relación edípica con su madre – como todos los niños, según Freíd. Pero esta situación se interrumpe con el desarraigo temprano de César, quien a los 14 años es enviado a estudiar la secundaria en Huamachuco en el Colegio San Nicolás, y al término de estos estudios, 1909; César va a vivir fuera de la casa paterna, en Huánuco, Lima y Trujillo. La sublimación del complejo de Edipo se logra cuando se deja de ser niño y uno se vuelve adulto, las expresiones que demuestran esta nueva situación se dan sin conflictos y como un proceso normal; pero, en algunos esta crisis edipica continúa hasta ser expuesta a los demás, y en el caso de los escritores a través de sus textos. Para mi entender, César Vallejo resuelve su crisis edípica con el cuento “Cera” y con la obra de teatro “Moscú contra Moscú” Pedro Granados acierta, con agudeza y rigor, cuando clasifica a las menciones femeninas, en los poemas de Los heraldos negros, en el bloque de la “mujer fatal” (versión francesa) que, por cierto, es un residuo de la influencia modernista y de Rubén Darío; y el otro bloque de la “mujer ideal”, que es más cercana al sentimiento del yo poético de César Vallejo. Dentro de este bloque, en mi libro Ojos de venado señalé dos casos paradigmáticos de amor romántico. Veamos. En 1916, César Vallejo sostuvo – en la ciudad de Trujillo, Perú – un amor tierno con María Rosa Sandoval. A la taciturna María Rosa – huérfana de padre y de madre – porque escribía un “Diario”, oculto espejo confidente de sus ansias y ensueños, se le puso el nombre de la noble rusa María Bashkirtseff, autora de un “Diario” famoso que abarcó toda su corta vida. Vallejo leía sus poemas, ella, tocaba, al piano, los valses tristes de Chopin. Pero, un infausto día, su fino pañuelo de batista se tiño de sangre en un acceso de tos. Y el diagnóstico del médico fue terrible: estaba tuberculosa. Alejada de Vallejo por propia voluntad (su enfermedad la sufrió sola sin el sacrificio del amado), y buscando un restablecimiento que no llegó nunca, fallece, por la tuberculosis incurable (en esa época), en un Caserío de Otuzco, en 1918, a los 24 años de edad. Vallejo prefigura este final y lo acerca al cual recuerdo del futuro en el poema “Verano”; escuchemos los dos versos finales: “Ya no llores, Verano! En aquel surco muere una rosa que renace mucho”. Veamos el otro amor romántico. En la casa de Lola Benítez, donde se reunían los poetas y escritores de Trujillo, conoce César Vallejo a Zoila Rosa Cuadra; una bella adolescente de quince años. A Zoila Rosa se le puso el hermoso sobrenombre de Mirto. Surge el romance entre el poeta y la bella. César sufrió mucho, ya que Mirto no correspondía con igual intensidad a su cariño, y muchas veces por ingenua coquetería (quizá propia de sus cortos años) llenábale el corazón de desdenes y desamor. Vallejo triste, y quizá al borde de la soledad del llanto, con otro amigo bohemio pensó evadirse, aunque sea por breves momentos de su realidad amorosa que le era aleve, e ingresar a un paraíso artificial. Para lo cual aspiró éter varias veces, y sintiendo ya los efectos de la droga, tomó un revolver que poseía una bala y rastrillo el gatillo sobre su sien. Esta experiencia tan cercana a un desenlace fatal, en mi opinión, puso fin a la adolescencia de César Vallejo, donde el amor y la muerte eran muchas veces sólo juegos de azar. El soneto “Unidad”, que pertenece a la sección “Truenos” de Los heraldos negros conservó cual magma esta insólita situación vital. Pedro Granados propone una búsqueda de la alteridad femenina, de Vallejo, en sus versos. Estimo que los resultados son especulativos, ya que la creación es sinceridad de un yo poético o la expresión de otro yo, tan sincero como el primero. Estimo interesante consultar la obra, de Otto Weininger (1880-1903), titulada Sexo y carácter, para comprender cuán inasibles son las verdades sobre el sexo en relación a una complementación del otro ser. Un tema propio de la psiquiatría literaria. El ensayo “El diálogo Borges – Vallejo: un silencio elocuente” es novedoso como tema y propuesta metodológica. Un ensayo rico en hallazgos textuales, opiniones críticas acertadas, y conclusiones ponderadas. El diálogo, a la distancia y sin propósito, se inicia cuando Vallejo, escribe en un artículo: “No pido a los poetas de América que canten El fervor de Buenos Aires, como Borges ni los destinos cosmpolitas, como otros muchachos. No les pido esto ni aquello”, este texto apareció en el Repertorio Americano, el 15 de agosto de 1927, en Costa Rica. Sabemos que Vallejo es muy original en sus temas, procedimientos estructurales, y empleo del lenguaje en sus poemas. Y, por lo mismo es muy exigente con los demás poetas. Ampliando esta posición, escuchemos su palabra: “Hoy, como ayer, los escritores de América practican una literatura prestada, que les va trágicamente mal. La estética – si así puede llamarse esa grotesca pesadilla simiesca de los escritores de América – carece allá, hoy tal vez más que nunca, de fisonomía propia. Un verso de Neruda, de Borges, de Maples Arce, no se diferencia en nada de uno de Tzará, de Ribemont o de Reverdy. En Chocano, por lo menos, hubo el barato americanismo de los temas y nombres. En los de ahora, ni eso”. La cita la he tomado de su artículo: “Contra el secreto profesional”, publicado en la revista Variedades, Lima, 7 de mayo de 1927. Me pregunto: ¿Qué es lo que plantea Vallejo para los escritores de nuestra América? Romper los lazos estéticos impuestos o difundidos por la Europa intelectual. Debemos mirar nuestra realidad social e interior y expresarla con sinceridad, originalidad y belleza propia. Para Vallejo no hay “recetas literarias” o “secretos profesionales”; y, así, como en cierta manera, los surrealistas creaban sus textos poéticos salidos del subconsciente o del azar, vale decir con una metodología prefijada, merecían la censura de César Vallejo. Recordemos su “Autopsia del surrealismo”, texto que desnuda a los surrealistas en ese momento. Hay verdad en lo que sostiene Vallejo, pero la historia colocó a muchos surrealistas en sitios de combate social contra los nazis, y ellos merecen ser admirados por las nuevas generaciones, Paul Eluard, Louis Aragon, Jacques Prevert y otros más, fueron “magias”, combatientes de la resistencia francesa contra las hondas hitlerianas. Vallejo sabe y analiza con rigor el tiempo en que le tocó vivir, y no se equivoca en sus juicios en el momento que los escribe, pero debemos advertir que la vida personal es un proceso finito en la vida social infinita. Seamos correctos con César Vallejo, ya aceptemos sus juicios estéticos y literarios dentro de su propia época: el período de entreguerras mundiales. Pedro Granados, en su ensayo dice que la contestación tácita (o sin propósito de respuesta) fue el soneto “El Perú” de Jorge Luis Borges. Sin duda, más son las diferencias entre Borges y Vallejo, que sus semejanzas. Vallejo está inmerso en la literatura comprometida, y Borges en una literatura sin compromisos. Es interesante señalar que los dos escritores comparados, en su origen o infancia son des-semejantes. Borges ha seguido estudios secundarios en un Colegio de Suiza, que para muchos son los mejores colegios del mundo, y, sin duda los más caros del mundo. Vallejo ha estudiado su secundaria en el Colegio Nacional “San Nicolás” de Huamachuco. Borges es porteño, ciudadano de una de las capitales más importantes de nuestra América, la ciudad de Buenos Aires, con una tradición literaria propia, que Borges va a estudiar y glorificar, me refiero a las poesías urbanas y populares de Evaristo Carriego. Vallejo ha sufrido incomprensiones y ataques a su obra literaria. Borges, por su cultura, fue rápidamente incorporado al movimiento ultraísta español. Vallejo ha sufrido prisión injusta; Borges fue destituido de su cargo de Bibliotecario y colocado como Inspector de Aves, en la dictadura de Perón. Borges era casi un aristócrata, Vallejo concuerda con el marxismo y es republicano militante. Los dos son grandes escritores y merecen el respeto de todos. Borges es un fraseólogo; Vallejo discurre con raciocinio, y escribe poesía con todo su ser. Es interesante recordar una frase de Borges, que dice: “Uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Esta frase tiene su correlato real: el año pasado el Ministerio de Cultura ha decretado que el día 24 de agosto se celebre el “Día del lector” en toda la República Argentina, como un homenaje anual al día del nacimiento de Jorge Luis Borges. Considero que el libro de Pedro Granados, Vallejo sin fronteras, enriquece la ya cuantiosa bibliografía vallejiana, planteando temas inéditos para comprender mejor algunos aspectos de su vida y obra poética. Pedro Granados es un vallejista de reconocido prestigio, su libro, reitero, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo, es ya un clásico entre la crítica vallejiana. Felicito a Pedro Granados por su nuevo libro, que demuestra que su pasión vallejiana continúa ardiendo e iluminando los versos de César Vallejo. Debía al Dr. Manuel Velásquez Rojas, tal como lo mencioné y reconocí en la presentación de Vallejo sin fronteras en el ICPNA (27/ 9/ 10), expresarle públicamente mi gratitud más entrañable por su complicidad, vía una hermosa reseña a mi primer poemario (Sin motivo aparente, 1978), en el inicio mismo de mi recorrido literario. Fueron mi hermano Germán, luego Matín Adán y, por último, Manuel Velásquez los que están al rededor --y de algún modo siguen estando presentes-- de aquellos zozobrantes y hechizados inicios.

sábado, 18 de septiembre de 2010

TRILCE Y LAS MULETILLAS DE CANTO/ Miguel Pachas Almeyda



Persuaden de manera legítima las palabras de Antenor Orrego cuando advierte que, para conocer la grandeza del autor de Trilce, debemos recurrir a sus raíces, es decir, Santiago de Chuco, Trujillo, y sobre todo –enfatiza– en Lima, ciudad “donde forjó y troqueló su voluntad de artista en pugna titánica con el sufrimiento y la incomprensión ambientes” (Orrego, 1989, p. 35). Es éste ángulo que avizora Pedro Granados en su última entrega titulada Vallejo sin fronteras, para demostrarnos –más allá de las múltiples interpretaciones cronológicas de la poética vallejiana–, la feraz contextualización de la vida y obra de aquel hombre y sus circunstancias, en la cosmopolita y excluyente Lima de los años veinte.

Vallejo sin fronteras, es un decágono ensayístico que mueve sus aristas en la compleja dimensionalidad del poeta santiaguino. En ella encontramos diversos estudios que van desde el análisis del rol de la mujer en la poética vallejiana, hasta una pausada y emocionante caminata del autor por los corredores, el patio empedrado y los poyos –retrayendo versos y visualizando huellas ausentes y presentes– en aquella casa que vio nacer a César Vallejo; pasando por una interesantísima propuesta sobre el origen de Trilce como muletilla de canto y adorno del baile de jarana; un inquietante acercamiento que navega entre coincidencias y divergencias entre Borges y Vallejo; y , finalmente, el rol preponderante e indiscutible de la tenaz esposa del poeta: Georgette Vallejo.

Granados brinda especial relevancia en su estudio a los alcances de la tipicidad andrógina en la poética vallejiana. Verbigracia de elocuencia en este rubro, Vallejo escribe:

Amada! Y cantarás;
y ha de vibrar el femenino en mi alma,
como en una enlutada catedral. (Yeso, LHN)

o
Y hembra es el alma del ausente.
Y hembra es el alma mía. (Trilce IX)

El autor de Vallejo sin fronteras, considera que esta “alteridad femenina vallejiana” no solo tiene que ver con la identidad sexual del poeta, sino que, necesariamente se encuentra circunscrito en el rol preponderante del oxímoron, tan característicos en su segunda obra del año 22.

Asimismo, Trilce, es el giro lingüístico que ha despertado una de las más avivadas flamas en la exégesis vallejiana, y por supuesto, el misterio se agiganta para el común de los lectores. Desentrañar las claves de su origen, ha determinado que, muchos de los estudiosos hayan recurrido al análisis semántico para encontrar una posible respuesta. He aquí algunas de las propuestas que me permito anotar: según el precio de la obra –3 libras– que daría lugar de tres, tres, tres…trisss, trisess, trilsss…Trilce. (Coyné, 1968, pp. 126-127); Juan Larrea, por su lado conjetura “Así como de duplo se pasa a Triple, de dúo a trío, de duplicidad a triplicidad, Vallejo sintió oportuno pasar verbalmente de dulce a trilce” (Aula Vallejo 2, p.242); Roland Forgues, a partir del verso del poema XXXII: Tres trillones y trece calorías; asegura que “en la cadena hablada de dicho verso, está contenida la palabra “trilce”. (Caminando con César Vallejo, 1988, p. 139); y, finalmente, hasta el nombre de una flor ya extinta de los valles interandinos (José A. Mazzotti, 2006, p. 98ª. Cf. Marco A. Denegri, 2009, p. 85). Dejando atrás estas perspectivas, Granados postula con alcances innovadores que, la raíz fundamental o germen de este neologismo –complicado para muchos, misterioso para otros y carente de significado para el mismísimo poeta santiaguino–, se encuentran en los entresijos de las muletillas de canto y adorno del baile de jarana limeña.

Ahondando en los argumentos de las fórmulas, Granados considera que de acuerdo a los datos consignados por uno de los biógrafos más importantes del poeta, Juan Espejo Asturrizaga, (yo agregaría, además, a decir de Antenor Orrego), Trilce fue escrito en su mayoría en la capital peruana, mucho antes de los aciagos sucesos ocurridos en los años veinte en su ciudad natal. Habiendo Vallejo vivido en Lima de manera casi consecutiva desde 1918 -23, y a decir de Pablo Guevara, un total de cinco años y medio en una ciudad que, “nunca le asimiló, nunca lo intentó mucho menos lo admitió o puso a prueba o le tuvo mayores consideraciones…”. (Granados, 2010, p.44); ello no impidió que el poeta se enfrascara, necesariamente, en las costumbres cotidianas capitalinas, así lo certifica Espejo Asturrizaga: “César Vallejo bebía con frecuencia, jaraneaba e iba ocasionalmente a fumaderos de opio y a casas de tolerancia; “No pudo, pues, escapar a ese snobismo importado que, en aquellos días, imperó entre escritores y periodistas”.

“La clave de Trilce, es la bohemia. Y encontramos en ella un muy posible y sugestivo antecedente de Trilce como ‛término o muletilla’, a manera de (‛Tri la’)”–afirma Granados. Bohemia vallejiana relacionada con la música criolla (en especial, la marinera limeña y específicamente, la marinera de capricho), en cuyos estribillos –que figuran como complementos inagotables de especial armonía al final de los compases y que brinda a la marinera limeña, según Llórens y Santa Cruz, el característico “remate de resbalosa y fugas”–, anuncian en el “Tri lalala”, la fuente que inspira a Vallejo la estructuración del neologismo. Veamos un ejemplo que ilumina la propuesta granadina.


Mándame quitar la vida
(Marinera)

Mándame quitar la vida, andar andar
Tri lalalalala
Tri lala si es delito
el adorarte (Bis)… (Santa Cruz 53)

Granados, considera que Vallejo no solo ha navegado con su más preclaro sentimiento e interés en el epicentro de su Sierra de mi Perú, sino “en el mestizaje y modernización de la Lima” de entonces. Luego, culmina lanzando al ruedo literario, una moneda cargada de inquietudes: investigar el rol de lo afroperuano “sin el cual no es posible la marinera y tampoco este poemario [Trilce]”

En fin, asistimos, pues, a la apertura de un interesante panorama que nos brinda el poeta y escritor, Pedro Granados. Propuesta que genera, indudablemente, grandes expectativas en la comunidad vallejiana, por conocer más de cerca las influencias que recibió Vallejo en la Lima de entonces, para crear una obra de singular originalidad que rompió los cánones establecidos: Trilce - 1922, cuya estética solo la historia ha sabido valorar en su debida dimensionalidad.

Miguel Pachas Almeyda setiembre 17, 2010

domingo, 29 de agosto de 2010

"La familia extraterrestre de Santiago de Chuco"/ Juaquín Regalado


Entré por donde me fue dado ver que Santiago de Chuco había habitado esa casa, me escurrí por la rendija que dejaban las puertas desparejadas, y, al pasar medio zaguán, después de un fondo rojo de altar detrás de la esperma sostenida por la fe, acelerado mi corazón, conté las matas de manzanilla del patio, entre las piedras una música de raspadura que nos empalaga. Al fondo, sobre una silla hecha mueca, descansaba con la miel del sol, el tiempo personificado en mujer y voz de ave.
- Ave María, corazón de Jesús. ¿Quién ha venido? (como yo ya niveo); Miguel, Abraham, Nativa. ¿Quién sois? – exclamó la anciana-.

- Soy yo, soy yo --le digo—el Joaquín; claro que no seadeacordar, porque, eso sí, yo ni soy de aquí, recién acabado de llegar estoy, porque, eso sí, quisiera visitarle al Cesítar, que tanto se le quiere por mi tierra oiga, y tanto y tanto se habla de él por lo bueno y bien que anda cantando en sus poemas, eso sí.

- Ahh --me responde-- ya tiempos que nadie viene por esta casa, he encanecido desde que vinieron a poner una placa por el César, mi tío. Yo soy hija de Miguel, y me llamo Otilia, Otilia Vallejo Gamboa; pero antes, más apropiadamente el apellido de la casa ha sido, y hasta cuando cumplí los setenta y todavía enseñaba en la escuela de Santiago, Otilia De Vallejo De Gamboa. Señorita, para servirle.

- Gracias Doña Otilia, yo encantado de conocerle, eso sí, porque a la final, uno no va a venirse en semejante viajezaso desde el ecuador, por las puras; ni que me dieran viáticos los del portafolio de educación y cultura para visitar su casa; no, de ninguna manera, ha sido una cosa así, cómo le digo, nacida de mí mismo, asi ni como para poder decir no, nocierto; sinó por ese deseo inmenso de venir a verles y conocerle a usted, que para mí ha sido una sorpresota, Doña Otilia, y un gusto eso sí.

- Bueno era el tiempo de antes --asentaba con la cabeza doña Otilia, mientras tejía con los dedos el balido de una rama estrujada—aunque para serle franca yo no conocí a mi tío, fíjese que, dicen pues, que se ha ido jovencito y nunca más llegó a regresar a este pobre suelo. Pero si quiere entrar a ver los cuartos, hágalo con confianza, allí está el poyo --me señaló con el sentimiento—y adentro la cocina, pueda que en alguna de esas ollas le encuentre.

- […]

La cocina estaba obscurecida del hollín de la tristeza, las ollas de luto e inmóviles recordando el sabor de algún locro de antaño. La situación era de fuerza mayor, como haber entrado en un espacio sin aire. Yo estaba lívido, tanto que contrastaba con el lugar. De pronto, sobre las sombras y dentro de ellas, con un paletó negro, César Abraham Vallejo, de él, salido de sí mismo, desde la esquina de la cocina, con un poncho roto en el brazo izquierdo y señalando el techo con un cuchillo de palo en la otra mano decía:

“La mujer de mi padre está enamorada de mí,
viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento
y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo:
por el adiós y por el regreso. La cierro al retornar.
Por eso me dieran tanto sus ojos, justa de mí,
infraganti de mí, aconteciéndose por obras termi_
nadas, por pactos consumados”

Terminó de decir esto y se recostó en el suelo. Me quedé cenizo. Me acerqué sacando fuerzas de no sé dónde, para tratar de levantarlo. Le dije César qué te pasa. Sin mirarme, se levantaba nuevamente, esta vez con una tiza blanca que sacó de la gabardina para escribir en la pared de la cocina lo siguiente:

“Todos han muerto.
Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi
hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta,
los tres ligados por un género triste de tristeza, en
el mes de Agosto de años sucesiv…”

Y me acerqué tomándole el brazo con el que escribía y le dije: Oye Cesítar, tranquilízate, no te pongas así, vamos a tomarnos un trago.
Por fin, cediendo un poco a su fatalidad me miró bondadosamente, estiró su brazo y me puso la mano sobre el corazón con un rictus de serenidad y me repitió sin haberme dicho antes un detalle del atardecer que se venía:

“!Al borde del fondo voy,
cuñado Vicio!
La oruga tañe su voz,
y la voz tañe su oruga,
¡padre cuerpo mío!”

y se retiró por la puerta hacia el patio. Para serles franco, no le entendí muy bien lo que quiso decir, y me quedé un rato parado, así, medio como enfermo de la vista.
Salí enseguida con afán de alcanzarle, pero en el patio, a más de Doña Otilia, se encontraban dos mujeres más, cada cual veinte años de edad en diferencia; les pregunté si le habían visto salir.

- ¿A quién?, respondieron en coro.

- A César Vallejo, repliqué.

Se quedaron viendo el luto que tenían dentro y los pañolones negros. Y respondieron en coro:

- César murió hace más de cuarenta años y nosotras no le conocimos. Aquí está su casa, la de que fueron sus padres, sus hermanos y hermanas, aquí vivimos nosotras, su familia posterior, la familia extraterrestre de Santiago de Chuco. Aquí vivirán nuestros nietos.

Yo ya no supe qué hablar, ni qué hacer más, les agradecí gentilmente por haberme permitido visitar la casa y me salí.

Al cruzar la puerta de la calle, en una pared de la fachada había dos placas recordatorias: la una era de la Universidad de Trujillo y la otra no me acuerdo. Lo cierto es que con un carboncito que encontré botado en el filo de la acera, me acerqué a la pared de cal y puse así:

AQUÍ TUVIERON UN ENCONTRÓN
CÉSAR VALLEJO Y EL QUE LES
HABLA.
EL ÚLTIMO, Y POR INTERMEDIO
DE ÉL, EL TALLER LA PEDRADA
ZURDA DE ECUADOR, LE RINDEN
UN SUPER – HOMENAJE AL POETA.
Santiago de Chuco, octubre 1978


Tomado de Joaquín Regalado, "Como quien fuera a visitar" (Parte segunda). La pedrada zurda. Compendio de existencia 1978-2005, Quito, 2005, pp. 67-76.

miércoles, 18 de agosto de 2010

César Vallejo y su derecho a meter la pata (Lima: Editorial Leo, 2010)


Así viene este título, entre jocoso, ponderado y muy amenamente escrito del psiquiatra y reconocido vallejista, Max Silva Tuesta. El suyo es un breve compendio de ensayos y, el último, a su modo una continuación de una reciente novela suya: “La yapa”. Sin embargo, para el asunto que nos convoca, creemos que lo más sabroso y no menos bien documentado, entre todos estos opúsculos, es su hoja clínica respecto a las más de cincuenta erratas (64 en total) que percibe dicho autor en la edición en cuatro volúmenes, por parte del Dr. Ricardo Silva Santisteban, de la Poesía Completa (Lima: PUCP, 1997) de César Vallejo. Reiteramos lo de hoja clínica porque, Max Silva Tuesta, achacará aquellos descuidos de Silva-Santisteban, a que éste se halla entre: “los que no lo quieren bien o de los que se dan el lujo de decir que Vallejo no es santo de su devoción […] Y ahí están los resultados de esa mal querencia: no sólo todo ese torrencial de erratas que he puesto al descubierto, sino ciertos conceptos vertidos sesgadamente refiriéndose al poemario Los heraldos negros” (40). Se refiere el autor de este opúsculo, en esta última demanda, a cierto --creemos justificado-- tufillo de soberbia o flagrante ceguera en el prólogo a dicha Poesía completa que con talante ceñudo Max Silva Tuesta va ventilando, citamos: “En esta primera [etapa] fue bastante haberse elevado de lo ramplón, lo pedestre y lo pomposo a una poesía original, genuina y personal” [Silva Santisteban, Vol.I, p. 64 ].

Sin embargo, entre toda la escrupulosa tabla de erratas por amputación o por sustitución que se publican aquí, el título de “César Vallejo y su derecho a meter la pata” alude a una particularmente sugestiva. Citamos:
“Ricardo Silva-Santisteban, por lo demás, no sólo es teratógrafo. Peca también de faltoso, como cuando, mismo académico de látigo, le increpa a Vallejo por: No saber tildar el adverbio de cantidad ‘mas’ y, más bien, tilda [r] la conjunción adversativa ‘mas’. Aquellos acentos ectópicos se encuentran en Los heraldos negros (1918), es cierto; pero hay otros acentos más importantes que RSS los borró del mapa poético […] Vallejo comienza a acentuar ser (sér) desde su primer poemario”. Y continúa nuestro psiquiatra: “Ante tanto reproche endilgado con tan mala entraña, como el de RSS, César Vallejo tiene que haber escrito este reclamo suyo, cuatro años después en Trilce (1922): sí, pues, su derecho a meter la pata ¡carajo! Lo del carajo es mío, por supuesto” (39).

Y decimos particularmente sugestiva porque pone sobre el tapete, la verdad que toda lectura siempre lo hace, dos modos radicalmente distintos, pero no sé si inconciliables, de acercarse a la poesía del autor de Trilce. Uno supuestamente más académico, aunque pareciera no necesariamente riguroso, donde sobre-imponemos nuestra autoridad o nuestros gustos. Y otro acaso más intuitivo o no profesional que comunica un margen mayor de libertad y un grado más arriba de empatía o fervor con esta obra; pero que, a pesar de asistirle la razón, no deja tampoco de ser soberbio o autoritario. Frutos de nuestra educación en el Perú. En todo caso, pensamos que nadie puede intentar pasarse de listo con Vallejo; no existen lecturas unívocas o unidimensionales de su obra; lo que parece error u omisión, probablemente no lo sea. Y sobre todo, y sin duda para mí, y sobre todos los poetas peruanos de todas las épocas, es el único verdaderamente universal hasta la fecha.

jueves, 22 de julio de 2010

Lanzamiento del libro VALLEJO SIN FRONTERAS*


Pedro Granados, Vallejo sin fronteras (Arcadia/ Espacio Cultura, 2010) 115 páginas. ISBN: 978-612-45733-1-6

“Vallejo sin fronteras” explica y enfatiza, aquella radical condición de la obra lírica del célebre poeta peruano César Vallejo a través de estos ensayos escritos por Pedro Granados durante los últimos años, en paralelo a su constante quehacer creativo en la poesía y en la Cátedra Universitaria.

El presente volumen incluye ilustrativos textos como Mujer, fatal, compañera y madre en la poesía de César Vallejo; El Taller Literario César Vallejo en la República Dominicana; Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana; El diálogo Borges-Vallejo: un silencio elocuente; Compromiso y magia en la poesía de agitación política: El caso de Roque Dalton (y César Vallejo) y Trilce y Georgette.

Pedro Granados (Lima, 1955). Ph.D en Hispanic Languages and Literatures
por la Universidad de Boston, ha publicado el libro Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo Editorial PUCP, 2004) y (México: Universidad Autónoma de Puebla, 2004). Su obra crítica figura en revistas especializadas como Variaciones Borges, Espéculo, Lexis, y versa en lo fundamental sobre poesía hispana reciente.

*Durante el JALLA ("Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana"), en la Universidade Federal Fluminense, Niterói (Rio de Janeiro). El 05 de agosto de 2010, 17h30, al lado del auditorio principal del evento.

sábado, 17 de julio de 2010

Lectura mestiza de César Vallejo


A propósito de Jorge Guzmán, Tahuashando: Lectura mestiza de Cesar Vallejo (Santiago de Chile: Lom: 2000)

“los textos de un poeta peruano, serrano y descendiente de europeos e indios, y que vivió en la primera mitad del siglo XX, y que además incluyó el texto no blanco repetidamente en sus poemas, exige, como muestra de respeto, que se lea lo que escribió en los códigos que le sirvieron para producirlo” (27)

En Los heraldos negros (HN), de modo paradójico, estas dos culturas aludidas invierten cromáticamente su valor. Los HN, propiamente dichos, se adscriben --en nuestra tesis (Poéticas y utopías en la poesía de César vallejo)-- al campo semántico-cultural “blanco”; mientras que los HB [ “Los heraldos blancos”] pertenecerían a lo “no blanco”.

“Incluye también, que una de las dos culturas sea dominante y prestigiada [y] que ambas sean percibidas como vinculadas a componentes raciales” (30)

El problema con Guzmán es que en su ánimo de encontrar una poética --un sistema coherente que estructure la poesía de César Vallejo-- lo que finalmente hace es estilística tradicional. Toma como unidad de su método la palabra y se somete --nos somete-- a un fatigoso equilibrismo con c/u de ellas. Induciendo, a partir de este estrecho binarismo conceptual --blanco/ no blanco-- un sinnúmero de arbitrarias y, a menudo también, simplificadoras connotaciones.

Sin embargo, lo muy rescatable de su enfoque es el advertirnos que lo andino no lo podemos percibir en la poesía de Vallejo directa o literalmente (como pretendía, por ejemplo, un Miguel Lema al decidir leer Trilce en runa simi*); sino a través de la mesticidad de algunos temas (hipogramas tematizados) como “madre”, “mujer”, “varón”, “amor”, “sexo”, etc. que, citamos: “Han sido descuidados en su constitución diferencial, posiblemente porque son los más afectados por los límites que la mesticidad regional, unida a la estructura de clases, ha impuesto a nuestra conciencia” (103).

*Lema, Miguel «Trilce: en el sendero del meditar inka» (Tesis de doctorado)

domingo, 4 de julio de 2010

Dominicanas, telúrica y magnética



Alfred Hitchcock Presents
(Onírica y ausente se desnuda la muchacha)

A Efraím Castillo. A Pedro Antonio Valdez.

Por Armando Almánzar Botello

En el décimo piso de la muerte, asoma,
punzante y vertical como la duda, caída pensada
simplemente, o
pasada de moda: ¡el vértigo!

Empire State Building, New York , 2009.
Zero Zone after...

Casi un ojo que florece contra el cielo
enigmática su letra se derrama:
Alfred Hitchcock Presenta… Recuerdo…

Detenido el ascensor,
se abre una ventana y ¡acontece al fin la luna!
Dialogan el viejo y la muchacha…

-¿Cogito, ergo sum?... Larvatus prodeo…
-What do you say?
-El payaso cayó desde lo alto, ergo… ¡risas!

Neón rojizo la Ciudad a la izquierda por la sangre.
Onírica desnuda y reflejada en mar intenso, gruñe
un Circo hasta la médula su música inoída:

Tiembla luz de lejanía entreabierta por sus manos.
En mágico trapecio su cuerpo de gimnasta,
suspende, promete, oculta,
desliza la muchacha
misterioso un torso lúcido en espejo
y toco ausencia…

This scholar chinese girl is music pure...

La melodía que palpo dulcemente en la memoria,
casi ardiendo un vino claro que bebía de sus labios,
mana lenta hacia la copa sinuosa de su sexo, donde sorbo la
escritura todavía indescifrada, la embriaguez que anula el tiempo.
Y el recuerdo abierto y limpio de la muchacha es aire…
¡Oh urbana y secretísima música desierta!…

Noche tórrida en aullidos que regresan
con el Ferry... Liberty Enlightening the World
-“May i feel said he”...
-Cyberpunk’s Ideograms…
-Lin, you know: you are my dear little girl, my darling you,
you are my it!
-“you’re divine! said he,
you are Mine said she”
y reías misteriosa caminando entre las lenguas.
Resoplaban los amigos el scherzo del
Espanto: “Buffalo Bill’s defunct!”…

A lo lejos brilla el río...
Solitario por las calles retorcidas alguien habla…

El humo lentamente -retornando de puntillas reflexivo
llega al cuarto
y en un sillón se tiende... ¡Central Park en mi ventana!
El saxo piensa hondo y
cauteloso inquiere al viento:

-¿Qué dicen hoy los diarios?...

Envuelve a la muchacha, camínala desnuda,
baila roto su placer y acaricia la textura
de sus grafemas lúbricos.

¡Arde lento y furia en música¡

Delira en su prosodia New York y el cuarto abierto.
Desliza ideogramas por el piercing de su vientre y
la cima de su insomnio…
¡Central Park en mi ventana!
Enciende tu deseo y el rumor de la memoria
-palpitante semáforo en la tarde-
Con tu voz imanta el Hudson y viértelo en su mente.
Re-escríbela, per-viértela en tus labios y
descúbrele senderos,
mil sabores en el vino que aletea por su aliento.
Edifica otra ciudad con sus palabras.
¡Oh, Manhattan!

Y acoplada con el rayo, la terrible diosa oscura
que late por sus ingles,
destruya el Muro Ciego edificado en el espanto…

¡Oh, la bella Lin, Aísthesis del instante.
¡Bailemos nuestra muerte sinuosa en la Bachata!

Mas lo dudo…

Abre la ventana y
gime ahora por las dársenas ...
La furia del viento es la muchacha…

Escúchame hijo mío,
-en el saxo Joshua Redman habla lúcido en la noche-
no debes nunca odiar la inocencia de la vida,
ni albergar en tus manos el horror irredimible
que hace turbio el sentir de lo sensible impenetrado
cuando sube con la sangre su misterio al pensamiento.

Abre sin temor tu percepción al mundo,
aunque haya sido siempre
tu padre, sin remedio,
un triste y nómada ludópata borracho,
un terrible ideograma dibujado por su ausencia...

Eres hijo y padre de un olvido, como todos los
viajantes de comercio…
Cortante aleve y fiera
bien escrita la muchacha
del odio en luz dentada y
sensual mejilla andrógina, me mira,
la miro, me abraza: ¡el rayo!

¿Podría el mar letrado
soportar su triple hachazo?

¿Qué dirán luego los diarios?

Oh, mi bella Lin, Aísthesis del instante.
¡Bailemos tropical nuestra muerte en la Bachata!
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Year 2010, Dominican Republic: La Romana.
Exclusive Vacation Rental. Casa De Campo.
¡Por teléfono me dijo Lin su amor en español dominicano!:
“Estoy aquí en Santo Domingo, my crazy love, y quiero amarte”.....

Soñado el Paraíso está próximo a tus manos:
Hay sol, uvas de playa, tiernas frutas del secreto,
rojos vinos de sabores inmortales
¡y el merengue!
-Trópico enlutado íntimo en la sangre-
El mar latido al fondo.
Altavoces que recitan fragmentos de Lao-Tsé, palabras de Platón y
sexo a flor de labios…

¿Cómo puede rota inconsolable la muchacha -inconexa
de palabras averiadas y esquizoides- reír para vencer los resuellos
de la muerte, la ridícula miseria impertinente,
los instintos que le muerden dulcemente las entrañas
con filos de caninos postizos filantrópicos
con cajas metálicas de dientes impostores?....

¿Y si acepta esa muchacha la sintaxis cazadora
del viejo delirante inflamado allá en lo alto,
y ceden los pretiles al reclamo de la carne
¡y cae hacia el abismo!:
habrá fiesta en el décimo piso de la muerte,
habrá viento y ceniza en la escritura y los balcones?...

¿Y qué dirán luego los diarios?...


Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, República Domingo.
Sábado 3 de Julio de 2010.