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viernes, 16 de marzo de 2012

Análisis del poema 'Lluvia' (Los heraldos negros)

A los 120 años de César Vallejo



En Lima... En Lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo... comprendo
la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu "sí".

Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...


ANÁLISIS

1. Primera estrofa: Entendemos que aquel “tu amor” (v. 4) es también:

A) Sucio
B) Abundante
C) Sincero
D) A y B
E) Ninguna de las anteriores

2. Segunda estrofa: Aquella “humana ecuación” (v .8) se refiere a:

A) Sueño
B) Cálculo
C) Recuerdo
D) Cariño
E) Ninguna de las anteriores

3. Tercera estrofa:

Dada la definición de dulzaino, na. (v. 9)
De dulce
1. adj. coloq. Demasiado dulce, o que está dulce no debiendo estarlo.
2. f. despect. Cantidad abundante de dulce malo.

Y de zaino, na. (v. 10) (Del ár. hisp. zahím, indigesto, antipático, desagradable, y este del ár. clás. zahim, pringoso).
1. adj. Traidor, falso, poco seguro en el trato.

El “sí” de la amada pasa en el poema como:

A) Honesto
B) Falso
C) Traidor
D) B y C
E) Ninguna de las anteriores

4. Cuarta estrofa: “sendero” es una metáfora de:

A) La amada
B) El yo poético
C) El aguacero
D) El hueso
E) Ninguna de las anteriores

5. Si la “amada” del poema “Lluvia” fuera la ciudad de Lima, donde Vallejo vivió como un provinciano. Y considerando la extraordinaria y sutil alusión sexual-mortal del verso final: “donde me ahueso para ti…”. Estaríamos ante un poema de:

A) Odio radical a la capital
B) Amor ciego a la capital
C) Amor y odio a la capital
D) Indiferencia ante la capital
E) Ninguna de las anteriores

lunes, 30 de enero de 2012

El César Vallejo que no conoció Julio Ortega




“El César Vallejo que yo no conocí” [Vapor transatlántico: nuevos acercamientos a la poesía hispánica y norteamericana contemporánea (Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos/ Fondo de Cultura Económica y Hofstra University, 2008) 39-45] es una breve comunicación que glosa el conocido testimonio de Ciro Alegría, “El César Vallejo que yo conocí”. Contra esta última presunción de legibilidad, Julio Ortega se refiere más bien a aquella opaca que alcanzó a percibir: “tras las versiones de quienes compartieron con él algunos tramos del camino”; y estos testigos principales, entre tantos otros personajes colaterales de su relato, son los tres siguientes: Alejo Carpentier, Juan Larrea y Georgette de Vallejo.

El primero de ellos, Carpentier --“uno de los amigos más cercanos de Vallejo en París”-- sorprende a Ortega ya que en modo alguno satisface su curiosidad por una posible participación o repercusión --en el peruano-- del rompimiento del antillano, junto a Robert Desnos, con el líder del surrealismo, André Breton. Ninguna anécdota al respecto de parte de Alejo Carpentier. Sin embargo, Julio Ortega enfatiza que ambos escritores, el autor de El reino de este mundo y el autor de Trilce, tenían algo fundamental en común: “su compleja relación con el momento literario europeo”. Es decir, cada uno buscaba a su modo una respuesta cultural propia de América Latina; al surrealismo y al existencialismo --por vía de la antropología o etnología--, Carpentier; a la política, o la del intelectual al servicio de la clase trabajadora, Vallejo vía más bien un peculiar marxismo .

Juan Larrea, por su parte, quien elaborará su tesis de España salvada del fascismo en América Latina, precisamente gracias a Vallejo; convirtiendo al poeta andino: “en el heraldo espiritual de esta España extraviada, recuperada en el lenguaje poético vallejiano para los tiempos futuros”; sí soltará prenda a Ortega, confesándole a éste su predilección de la poesía del peruano respecto a la de Huidobro.

En fin, el último testigo con el que Julio Ortega va armando su mosaico vallejiano es Georgette. Espiritista, a decir del estudioso peruano: “convocaba a Vallejo que, según ella, concurría a su llamado”. Mas, acaso lo más pertinente, según este mismo crítico es que: “Era muy laborioso esclarecer los enigmas vallejianos con ella porque su lectura de la obra pasaba por sus propias convicciones. Ella había asumido que el poeta era ortodoxamente marxista, y todo lo interpretaba en esa clave”.
Por último, aunque así, lúcidamente comienza esta nota orteguiana, nos plegamos a estas palabras a modo de síntesis: “Muchos han leído su poesía como si fuese su biografía y, me temo, el Vallejo que creen conocer es una invención sentimental [él mismo ya había dicho: “Me han confundido con mi llanto”], forjada por la figura del poeta marginal, bohemio, pobre y sin oficio; figura, además, derivada del paradigma romántico del rebelde que se enfrenta a la sociedad y documenta su sacrificio”.

CÉSAR VALLEJO O LA ESCRITURA DE COMBATE. MADRID, 1931/ José Luis Corazón Ardura




Estimado señor,
me dirijo a usted con el único motivo de hacerle llegar un breve texto con el cual participé en el premio de Telefónica, dedicado a la estancia madrileña del poeta. Soy un investigador español que se encuentra a la mitad de un ensayo literario acerca de la escritura vallejiana, con vistas a obtener un doctorado en teoría literaria, si eso puede decirse, durante este año.
Le agradezco su disposición y todas las informaciones actuales que va desgranando en su blog, las cuales son de gran importancia para aquellos que seguimos estudiando su obra desde España que, dicho sea de paso, no ha dedicado demasiados estudios a la obra de Vallejo en los últimos tiempos.
Atentamente,


José Luis Corazón Ardura (Madrid, 1973). Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (2005) Jefe de redacción de la revista Sublime arte + cultura contemporánea (sublimeart.net). Es Profesor de Filosofía de Educación Secundaria. Ha colaborado en diversas publicaciones como Microfisuras, Contrastes o La alegría de los naufragios. Ha formado parte del IV Foro Internacional de expertos en arte contemporáneo (ARCO’ 06) Escritor y comisario de exposiciones.

PDF:
http://blog.pucp.edu.pe/media/793/20120130-cesar_vallejo_o_la_escritura_de_combate_premio_vallejo_madrid_1931_jose_luis_corazon_ardura.pdf

martes, 5 de abril de 2011

Entrevista a Pedro Granados/ RED LITERARIA PERUANA

Conversamos con Pedro Granados (Boston University, Ph.D.; profesor de español en la Universidade Federal da Integração Latino-Americana) durante nuestra estadía en agosto de 2010, en Arequipa, por motivo de la Feria Internacional del Libro de Arequipa. Pedro presentó su último libro Vallejo sin fronteras (2010), editado por Arcadia Editorial y Espacio Cultura Editores.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Sobre "César Vallejo y la música popular peruana" de Juan Carlos Garay (foto)



César Vallejo: ¿un hombre o una vanguardia?

"Piedra negra sobre piedra blanca"/ César Vallejo

"César Vallejo y las miserias vanguardistas"/ Juan Manuel Roca

"César Vallejo, acerca a nos vuestro cáliz"/ Julio César Rodríguezbustos

"112 días sólo un hombre: Vallejo tras las rejas"/ Celedonio Orjuela

"César Vallejo y la música popular peruana"/ Juan Carlos Garay

"César Vallejo y su creación poética"/ Ricardo Silva-Santisteban

En el contexto de este dossier: "César Vallejo: ¿un hombre o una vanguardia?” (Revista Casa Silva, No 22, 2008, 96-194), a raíz de la conmemoración de los 75 años del fallecimiento del poeta, destaca nítidamente --por su novedad e interés-- el artículo del joven musicólogo y narrador peruano Juan Carlos Garay (1964) que, en seguida, pasamos a reseñar brevemente.

"César Vallejo y la música popular peruana" ( 144-50), publicado un año después de nuestro ensayo “Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007), ventila --intuitiva y de modo muy sugestivo-- la posible relación de Los heraldos negros (1918) con un género musical típico de la región de Trujillo en la costa norte del Perú: el “triste”. Primeros ejemplos de esta melodía que, nos ilustra Garay, sobrevivieron registradas en el Códice de Trujillo gracias a la fervorosa labor del sacerdote español Don Baltazar Martínez y Compañón (s. XVIII); y que anima a decir al mismo Garay, en concreto en cuanto a la canción “Infelices ojos míos” (“dejad ya de atormentarme con el/ llanto”), lo siguiente: “ese sentimiento [ triste] parece estar ligado a la geografía, al paisaje […] los mismos que, un siglo y medio después, alimentarían la creación poética de César Vallejo” (145). En particular, como ya anotábamos, en el libro de 1918, cuyos poemas, además, son los que entre la producción lírica de César Vallejo han sido musicalizados:
“Tal vez esto se deba a que es una primera obra, donde todavía imperan ciertas estructuras clásicas, cierto ritmo de las palabras al que resulta más fácil
adaptarle melodía. Sin duda sería más complicado musicalizar los poemas de Trilce, su siguiente libro, que era mucho más experimental” (Garay 146-7)
Complicado para musicalizar este último, agregamos nosotros, pero no menos radicalmente musical, popular y peruano --es preciso y oportuno no demorar más el paralelo-- tal como quedó demostrado en nuestro artículo sobre Trilce (1922) y la marinera limeña. Y por lo tanto vinculado, desde ya, con los ritmos afro-peruanos; a decir de Garay: “ese tercer elemento que completa nuestra identidad [nacional]” (150).

Filiación esta última; es decir, la de la poesía de César Vallejo con los “elementos negros” (sic, 150) que Garay aquí sólo proyecta o vaticina como un posible y subsecuente desarrollo --no cristalizado-- de la lírica del autor de Trilce:
“Sería falso decir que estos elementos negros lograron aparecer en la poesía de César Vallejo […] Tal vez después de su paso por un modernismo indigenista, un surrealismo americano y un socialismo europeo, hubiera seguido un interés [semejante al proceso creativo de la gran compositora Chabuca Granda] por los elementos negros […] se quedó esperándolo el landó para que se lo apropiara y escribiera con su sonido muchos nuevos versos” (150)

Obvio, opinión que no compartimos; creemos que todo Trilce, y no sólo el poema XXXVII, puede leerse con provecho en clave de zamacueca. Y afirmación de este autor que no deja de sorprendernos ya que en la misma página de su artículo menciona algo más relevante y, pareciera, incluso en contradicción con la cita inmediatamente anterior: “Chabuca [Granda] es una de las artistas a las cuales le debemos el redescubrimiento de un género denominado landó […] una música donde se funden extrañamente África y la Cordillera de los Andes” (150). Es lícito pensar, entonces, que César Vallejo también pudo llegar al landó, en Trilce, siguiendo una vía en apariencia castizamente andina. Si no supiéramos que en el poemario de 1922 eclosiona, junto con la modernización de la capital del Perú, asimismo la jarana limeña.

Por lo tanto, si acaso hubiera sido tentador elaborar desde el artículo de Garay las siguientes analogías o equivalencias:
“Triste” = Los heraldos negros
“Landó” = Trilce
Por el contrario, y aunque un tanto simplificadoras, comprobamos que estas atractivas coordenadas no resultan viables. Faltó a Garay superar algunos prejuicios críticos o, es lo mismo, matizar algunos tópicos o lastres en la lectura de la poesía de César Vallejo (sobre todo el de la ubicuidad y preeminencia del dolor). Junto con el ceñirse al enfoque referencial o temático y no animarse a analizar los poemas. Estos jamás son un tema, sí, un evento; mucho más tratándose de una poesía como la de nuestro peruano universal. Evento --prosódico, sintáctico, emotivo… con todos sus elementos en constante paralelismo-- donde se ponen en movimiento los temas y, no es extraño tampoco, giran e invierten incluso su inicial valor semántico.

Con todo, "César Vallejo y la música popular peruana” es un trabajo inicial, sugestivo e interesante, que puede --una vez actualizadas ciertas nociones generales de teoría y metodología literarias; y específicas, en lo que atañe a la historia de la recepción de la poesía del autor de Trilce-- dar para un muy productivo desarrollo ulterior.

martes, 18 de mayo de 2010

Poesía y acción, el caso de Trilce de César Vallejo


Este somerísimo ensayo es también, al mismo tiempo y a su modo, una reseña del libro de Pablo Quintanilla, César Escajadillo y Richard Antonio Orozco, Pensamiento y acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX (Lima: IRA, 2009).

“Este libro se propone reconstruir y analizar las dos tradiciones filosóficas que tuvieron mayor influencia en el desarrollo de la filosofía peruana a comienzos del siglo XX: el espiritualismo francés y el pragmatismo estadounidense, concentrándose en la recepción que hubo en el Perú de Henri Bergson y de William James”. Así reza la presentación del volumen. A lo que debemos agregar, para precisar sus objetivos: “son esa dialéctica y esa discusión [entre espiritualismo y pragmatismo] las que están en el transfondo de buena parte de los debates filosóficos peruanos de la actualidad” (Introducción, p. 14). Es decir, este libro no es una crónica, sino y ante todo le interesa el palpitante presente nacional.

Además, y aunque constituya una finalidad implícita, paralela o adicional, este libro alimenta el campo de la crítica a la producción literaria de aquellos años. En concreto, y en correspondencia al específico y pormenorizado debate que ventila, Pensamiento y acción puede servir mucho para una lectura de la poesía de la época; en particular, para un acercamiento vivo --por actual-- a uno de los poemarios más complejos o difíciles de la lengua, Trilce (1922). Al respecto, aunque prometemos desarrollarlo más en una próxima entrega, qué pertinente podría ser hablar --en términos de Bergson-- de dos yo, uno superficial y otro profundo, en la poesía de Vallejo (algo que ahora mismo obsesiona, aunque con otros presupuestos, a un estudioso como Stephen Hart). O, no menos, aquello de que “el conocimiento es colectivo por naturaleza” (Pierce) y no atributo de la conciencia individual; y, por lo tanto, la justicia también (“Masa”). Asimismo su corolario, “el individuo, si es algo, es parte de un todo sin el cual no tendría sentido” (81). En fin, podríamos ir concatenando --creemos que muy productivamente-- otras reflexiones tocadas por este libro con aspectos fundamentales de la obra de César Vallejo… su específico spencerismo… o si estuvo al tanto de las ideas de su compatriota Pedro Zulen (1889 - 1925)… entre todavía otros numerosos ejemplos.

sábado, 15 de mayo de 2010

Bibliografía sobre César Vallejo en Wikipedia


English:

César Vallejo: A Critical Bibliography of Research, Stephen M Hart, 2002
César Vallejo: The Dialectics of Poetry and Silence, Jean Franco, 1976
The Catastrophe of Modernity: Tragedy and the Nation in Latin American Literature, Patrick Dove, 2004
The Poem on the Edge of the Word: the Limits of Language and the Uses of Silence, D.C. Niebylski, 1993
Vallejo, Xavier Abril, 1958
The Poetry and Poetics of Cesar Vallejo: the Fourth Angle of the Circle, Adam Sharman, 1997
Wounded Fiction: Modern Poetry and Deconstruction, Joseph Adamson, 1988
Homage to Vallejo, Christopher Buckley, 2006
Trilce I: a Second Look, George Gordon Wing, 1972
Neruda and Vallejo in Contemporary United States Poetry, Mark Jonathan Cramer, 1976

Spanish:
Ensayos vallejianos / William Rowe., 2006
César Vallejo al pie del orbe / Iván Rodríguez Chávez., 2006
Alcance filosófico en Cesar Vallejo y Antonio Machado / Antonio Belaunde Moreyra., 2005
César Vallejo : estudios de poética / Jesús Humberto Florencia., 2005
Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo / Pedro José Granados, 2004
César Vallejo : muerte y resurrección / Max Silva Tuesta., 2003
César Vallejo, arquitecto de la palabra, caminante de la gloria / Idelfonso Niño Albán., 2003
Algunos críticos de Vallejo y otros ensayos vallejianos / César Augusto Angeles Caballero., 2002
César Vallejo en la crítica internacional / Wilfredo Kapsoli Escudero., 2001
César Vallejo y el surrealismo / Juan Larrea., 2001
César Vallejo y la muerte de Dios / Rafael Gutiérrez Girardot., 2000
César Vallejo / Víctor de Lama., 2000
Recopilación de textos sobre César Vallejo / Raúl Hernández Novás., 2000

martes, 4 de mayo de 2010

Seminario: Hacia la teoría literaria de César Vallejo*



Objetivo

Este curso para graduados intenta reconstruir las distintas teorías literarias que pudieron orientar, desde Los heraldos negros (1918) a sus poemas póstumos (escritos básicamente en 1937), la poesía de César Vallejo. También, obviamente, con este mismo fin leeremos buena parte de su obra en prosa; aunque, lo reiteramos, nuestra bibliografía primaria es partir y volver constantemente a su poesía. Tratar de explicar sus teorías, que aquí denominamos “literarias”, es un modo de ver con mayor justeza la complejidad, hondura y concatenación de la obra de un poeta universal al que, por el contrario, tratamos teóricamente muchas veces, más bien, como un mero poeta de barrio.

Metodología
Las clases son tipo seminario. Los estudiantes se dividirán individualmente o por grupos de dos o tres alguno de los temas (problemas o preguntas) a ser tratados en clase por el profesor. De este modo, compartiremos el estado de la cuestión e intentaremos ir siempre más allá. Cada reunión, conforme se adelante en los temas del sílabo, también se revisará, discutirá y evaluará el desarrollo del trabajo de los estudiantes. La nota final es la suma de la participación en clase más la entrega puntual del ensayo individual o grupal.

Algunos temas

1. La poética de la inclusión: heraldos negros y heraldos blancos en Los heraldos negros
1.1 El concepto de la dualidad andina.
1.2 Pertinencia y límites de una lectura estructuralista: Mitológicas de Claude Levi Strauss.
1.3 El Banquete o Del amor en Los herlados negros.
1.4 La muerte de Dios y el nacimiento de la Diosa.

2. La poética de la circularidad: el mar y los números en Trilce
2.1 El poema como piel o membrana. Nihilismo contemporáneo.
2.2 Oxímoron barroco y dialéctica : "síntesis momentáneas de positividad y negatividad".
2.3 Hierática (bidimensionalidad) del cubismo frente al escorzo -- metamorfosis y proliferación (tridimensionalidad)-- del barroco.
2.4 Poesía y tabú: lo nombrable y lo innombrable. Poesía y lo indeterminado.
2.5 Indice, ícono y símbolo en Trilce.

3. La poética del nuevo origen
A. La piedra fecundable de los poemas de París (Poemas Póstumos I)
3A.1 “El libro de la naturaleza”: Romanticismo, vanguardismo y post-modernismo en Vallejo.
3A.2 Naturaleza y cultura: Darwin y la piedra incaica.
3.A.3 Genéro y sexualidad andina: Vallejo, nuestro hermafrodita universal.

B.La piedra fecundada de España, aparta de mí este cáliz (Poemas Póstumos II)
3B.1 Poesía y mito. Sincretismo de mitos y ciencia.
3B.2 El autor como lector de su propia obra: Poesía y pedagogía; poesía y didáctica.
3B.3 El autor como madre. Vallejo y la poesía de Gabriela Mistral.

Bibliografía

*(Seminario disponible, presencial o virtual, a la institución que lo solicite. Informes: granados.pj@pucp.edu.pe)

domingo, 2 de mayo de 2010

Reseña a Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo/ Angélica Serna (*)



Utopía intelectual

Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo es el reciente estudio del poeta e investigador de la literatura Pedro Granados, publicado por el Fondo Editorial de la PUCP. Allí se demuestra, si seguimos la lección de Roland Barthes en S/Z, que todo texto propone su modelo. Se trata de un camino planteado por Granados para encontrar el principio de construcción y de lectura de la propuesta poética del autor de Trilce, entendiendo su obra como un lenguaje poético por esclarecer y un planteamiento estético por desempolvar de la crítica que se ha especializado en establecer relaciones entre serie literaria y serie social.

Para ello, el autor nos propone dos conceptos. El primero, “poética”, nos presenta propuestas metatextuales en los poemarios de Vallejo, que involucran el desarrollo de metáforas, perspectivas de escritura y de constitución formal de los textos. El segundo concepto, “utopía”, revela las proyecciones del deseo, las extensiones de los sentidos y, sobre todo, una introducción a la realidad virtual obtenida de la lectura de la obra. Esa realidad, al aseverarse ideal, constituye, en oposición a una realidad fáctica, el universo de posibilidades que el texto produce. En la poesía de Vallejo, dice Granados, se halla la relación entre estos dos conceptos, pero dicha relación es reconstructiva, porque genera una continuidad que cada vez será más compleja y constituirá un discurso visionario “metamorfoseante” y barroco.

Encaminados en esta interesante propuesta de lectura crítica, encontramos en un primer momento a la poética de la “inclusión”, la cual predomina en el poemario Los heraldos negros. La inclusión para Granados es la presentación de la unidad del uno en el otro, es decir, los significantes que se manifiestan con más énfasis en el texto no son los únicos. Las palabras que sobresalen en una primera lectura que se vinculan con las ideas de muerte, enfermedad, tragedia, remiten a otras palabras a las que se oponen. Aquéllas constituirán un primer texto –semióticamente podríamos decir que se trata de estructuras de superficie–; las otras nos permiten acercarnos a otro texto –de estructuras profundas–. En consecuencia, el segundo texto se concebirá como “los Heraldos Blancos”, los cuales ya no nos envían a la muerte, sino a la realización y al efecto que da la vida. Es una utopía entendida como el logro de la continuidad y no de la negación entre estos dos textos: los Heraldos Negros y los Heraldos Blancos.

La poética de la “circularidad” es el segundo eje de estudio que propone Granados. En ella se encuentra la presencia del mar como plano natural y sublime que permite el vaivén, el movimiento y la mutación. La lógica de la circularidad expresa simultaneidad, una voz coral que hace de Trilce un poemario que quiere plasmar, según el autor, la manifestación de una aventura cognoscitiva. Esa aventura, sin embargo, corresponde a un espacio local, a una minuciosa construcción de un lugar específico. En ese sentido, hablamos de una aventura dentro de algunos márgenes que no se desbordan, pero que al encontrar diversidad podrían representar la multiplicación de las unidades (los números) y determinar la posibilidad de una nueva partida o de un cambio. En síntesis, el autor precisa: “La propuesta de César Vallejo en Trilce […] invita a percatarnos de que no podemos evaluar nuestro propio proceso epistemológico una vez que vamos adquiriendo conocimiento y que por esta razón, nuestro conocimiento –sea del tópico que sea (sic)– tiene el rango cualitativo de la epistemología empleada.” La poética de la circularidad propone una utopía de la superación del relato ya conocido, se trata de una reactivación del saber desde el saber.

La última poética propuesta es la que se refiere al nuevo origen. Ella, más que las otras, toma el elemento de continuidad y se vincula con la idea de creación. Ubica al yo poético en un terreno anterior que ya ha resultado estéril. En Poemas humanos se revela las poéticas de la inclusión y la circularidad en tanto enuncian el estado de la humanidad dominado por el origen del padre. Dicho origen supone la creencia en un Dios cristiano obsoleto. En consecuencia, el paso a otro origen, que sería el de la madre y el de las voces de los niños del mundo, afirma el paso hacia lo otro que representaba “los Heraldos Blancos”. Es la utopía de la redención.

Debemos señalar, finalmente, que las poéticas mencionadas responden a un estudio hermenéutico de la poesía de César Vallejo, la cual para Granados es una cantera de hallazgos que no privilegia sólo lo emotivo, sino que alimenta también el interés intelectual. Desarrollar la relación entre poética y utopía implica, entonces, un estudio de lo formal en tanto análisis semántico, retórico, imaginario y lúdico. Los procesos encontrados en la aplicación de la lógica de la inclusión, el principio de circularidad y el hallazgo de nuevos orígenes en tierras ya conocidas conciben la poesía de César Vallejo como un texto total que no tiene quiebres, es decir, que no se adscribe a poéticas condicionadas por factores sociales o políticos. Es, en ese sentido, una poesía de utopía intelectual que permite el diálogo, como lo demuestra este estudio reciente.

(*) Angélica Serna (Lima, 1979). University of Michigan.
Tomado de IDENTIDADES, 21/ 6/ 2004

jueves, 15 de abril de 2010

“César Vallejo, el acto y la palabra” por William Rowe



(El peruanista William Rowe ofreció la conferencia “César Vallejo, el acto y la palabra” el jueves 15 de abril a las 6:30 pm. (hemiciclo Porras Barrenechea del Congreso de la República). La presencia de Rowe obedeció a la conmemoración, en la fecha, del 72 aniversario de la muerte del poeta peruano)

Rowe dedicó su exposición a la memoria de Pablo Guevara, poeta recientemente desaparecido el cual, junto con Washington Delgado y Javier Sologuren (entre otros escritores peruanos), supieron acompañar desde un inicio el peruanismo militante de este importante autor inglés.

A grandes rasgos, Rowe ventiló toda la poesía vallejiana; es decir, la secuencia o encadenamiento entre Los heraldos negros (HN), Trilce (T) y los poemas póstumos (PP). Para lo cual, acaso de modo paradójico, trató estos textos como si fueran una narración; y, de esta forma, se interesó en el sujeto que enuncia estos relatos. Puntualizó que si bien es cierto el esquema Santiago de Chuco (terruño, hogar, infancia)/ Lima, París (lo ajeno, el exilio, la adultez) fue una constante en toda la obra del peruano; no lo fue así su tratamiento narrativo (espacio-tiempo) en cada uno de los hitos ya mencionados.

De esta manera, a la nostalgia predominante en HN --semejante a la de Abraham Valdelomar-- sucede el tiempo cubista o “granular” típico de Trilce. Es decir, acorde a la sintaxis fracturada de este último poemario, ya no identificamos linealmente el espacio-tiempo de este relato y, por ende, anda también como fragmentada o en distintos planos la arcadia del sujeto (Santiago de Chuco). Rowe menciona la idea de tiempo “mesiánico” de Walter Benjamín --algo que en rigor no es propio del tiempo lineal-- como un concepto productivo para leer este poemario de 1922.

Hasta aquí, HN y Trilce --ambos-- representarían la instancia de la “palabra” y, más bien, los PP ilustrarían lo que Rowe en el título de su conferencia denomina “acto”. Apoyándose en el poema “no vive ya nadie” (“Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto”), de esta época, el estudioso inglés postula que aquí se recupera el tiempo de la infancia, pero ya no como nostalgia. Lo fantasmagórico o gótico se vuelve aquí material; no es ya el recuerdo, sino las personas mismas las que quedan. El sujeto del “acto”, además, no sería el de la identidad personal, sino de una compartida por todos los humanos. Tiempo-espacio, por último, mesiánico o abierto a la resurrección.

Por nuestra parte, a modo de añadido final a esta sucinta reseña, consideramos que este vallejiano inglés es uno de los más inspiradores del presente y justo merecedor, junto a otras posibles distinciones, de la medalla que ayer le otorgó el Congreso del Perú. Entre sus ensayos dedicados a Vallejo tenemos particularmente uno que nos ronda como un moscardón --el paralelo Vallejo/ William Carlos Williams-- sobre el cual, más bien temprano que tarde, quisiéramos ahondar.

miércoles, 7 de abril de 2010

Masculino/ femenino en “Nostalgias imperiales” de Los heraldos negros



Aunque el tratamiento utópico de la mujer o de lo femenino va a tener su eclosión en la poesía póstuma de César Vallejo, particularmente en España, aparta de mí este cáliz. Sin embargo, consideramos que aquello ya es percibible --de modo simultáneo y paralelo a otros matices de lo femenino en esta etapa de la poesía del peruano-- desde 1918, año de la publicación de Los heraldos negros. Es decir, desde muy temprano se iría optando por lo femenino frente a lo masculino (en tanto orden simbólico, político o cultural, y no tanto sexual) como un recurso metafórico para señalar y convocar sobre todo la esperanza. Al respecto, y a manera de ejemplo, leamos un poema del apartado “Nostalgias imperiales”; aquel denominado “Oración del camino”:

Ni sé para quién es esta amargura!
Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
5 El valle es de oro amargo,
Y el trago es largo... largo...
Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
Es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
10 se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
Y el trago es largo... largo...
Azulea el camino; ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
15 fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
Y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
Queda un olor de tiempo abonado de versos,
20 para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!

Tenemos aquí un «Oh, Sol [...] muriendo» (v. 2), el típico crepúsculo de Los heraldos negros, tanto como un yo poético cuyo «corazón» sirve de sepultura a una «aurífera canción [...] que se pudre» (vv. 21-22). También tenemos una «raza» del «Sol» (v. 8) ahora «huésped» y odiada (v. 9), vinculada, asimismo, a un específico paisaje y comunidad: «valle de oro amargo» (v. 11), «mómico valle de oro santo» (v. 17). Por tanto, el conjunto que forman la comunidad, la «raza», el propio yo poético y, por supuesto, «la canción aurífera de la alondra» se halla momificado, enterrado. Este conjunto solo resucita --tal como el Lázaro bíblico-- a través de una canción («Oyes? Regaña una guitarra. Calla!/ Es tu raza», vv. 7-8) o de una tradición oral: «Queda un olor de tiempo abonado de versos» (19) que el poema contrasta muy claramente con lo canonizado, escrito, puesto sobre una lápida, enterrado definitivamente: «para brotes de mármoles consagrados que hereden/ la aurífera canción» (vv. 20-21).
Asimismo, pareciera estar ímplícito el sincretismo. El Sol está subordinado al Dios (Padre) cristiano, y el «bohemio dolor» del yo poético es equiparable a un «Cristo ensangrentado»; así lo leemos en estos primeros endecasílabos: «Ni sé para quién es esta amargura!/ Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,/ y cuelga, como un Cristo ensangrentado,/ mi bohemio dolor sobre su pecho» (vv. 1-4). El posesivo, puesto en cursivas, alude a otra persona gramatical que no es el «Sol» ni «Cristo» ni el propio yo poético; alguien que no está «muriendo» ni «ensangrentado» y no padece el «dolor», y que gracias a la vinculación semántica con su hijo que murió en la cruz, suponemos que se trata del Dios creador judeo-cristiano. En todo caso, en este poema el «Sol» es mero vehículo o puente y no tiene verdadero poder; no es la persona o agente decisivo, definitivo. Obviamente, queda abierta la posibilidad de que tanto Cristo (aquí «ensangrentado», pero después, sabemos, glorificado) como el yo poético (y con él «la aurífera canción», y todo lo demás) resuciten. Sin embargo, lo más cercano o análogo, en lo que va de nuestro análisis, a un Inkarry en franca función de resurrección es aquella «¡oh nueva madre mía!» del poema «Nervazón de angustia» perteneciente a «Plafones ágiles». Tanto que nos animaríamos a distinguir entre un Inkarry masculino --lejano, pasivo o derrotado-- y un Inkarry femenino activo o en nítida función de futuro.

De Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 2004) pp. 46-47.

lunes, 5 de abril de 2010

Ensayo de síntesis: Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo



Como decíamos en el abstract de nuestra tesis (Boston University, 2003), nos parecía que en la poesía del peruano lo temático --trabajado reiteradamente por la crítica: dolor, orfandad, compromiso político--; lo estilístico --el análisis más o menos puntual de uno o varios poemas con énfasis en su ficción de oralidad o en su escritura--; lo contextualizado --mestizaje social, relevancia del guano de las islas en la economía del Perú y en su literatura, relaciones amorosas, cárcel--; y lo psicoanalizado (crisis de identidad sexual, complejo de Tántalo o Edipo), reclamaban una explicación que integrara en alguna medida todos estos aspectos y que, sobre todo, lo hiciera del modo más discreto y simple posible. Ahora, una perspectiva de análisis polivalente como la nuestra requirió, a su vez, adoptar una metodología ecléctica, donde el común denominador sería que efectuamos --aunque no de manera radical ni sistemática-- una necesaria epogé de los temas para intentar encontrar algunos ejes creadores de sentido, y a cada uno de éstos los denominamos poéticas. De este modo, nuestro trabajo lo dividimos de la siguiente manera:

Cap. 1. La poética de la inclusión: Heraldos negros y heraldos blancos en Los heraldos negros;
Cap. 2: La poética de la circularidad: El mar y los números en Trilce;
Cap. 3: La poética del nuevo origen":
A) La piedra fecundable de los poemas de París (Poemas Póstumos I)
B) La piedra fecundada de España, aparta de mí este cáliz (Poemas Póstumos II)

Ahora, el eje primario o, más precisamente, la turbina icónica desde la que iban derivando las otras poéticas la hallamos en el letrismo de la vocal "O" de un verso de Los heraldos negros: "cuando abra su gran 0 de burla el ataúd" ("Avestruz"). Letrismo que icónicamente es un círculo y, también, podemos leer como "cero" incluso por razones prosódicas, la necesidad de mantener la uniformidad del alejandrino en el poema (Larrea). Asimismo, si bien es cierto "0" está representando --en el poemario de 1918-- sobre todo por la tumba ("charco" o "pozo", experiencias no gozosas y ambiguas con la amada, concepción religiosa de un Dios derrotado y permanentemente en pena, la melancolía de la tarde, etc.), tampoco deja de ser cierto que existen yuxtapuestos, aunque en estado larvario, ya unos "Heraldos blancos" (mar de la playa, amanecer, sexualidad gozosa, apuesta por un Dios femenino y no derrotado, etc.); es decir, todo un sistema de interrelaciones nominales o campo semántico paralelo al que da título al libro de 1918. Y esto básicamente por que en este poemario predomina lo que hemos denominado una lógica de la inclusión: la unidad no es un dígito, es ante todo una relación (amante y amada, hijo en el seno de la madre, creyente y Virgen, etc.), y por tanto este libro también son dos poemarios en uno.

En cuanto al segundo capítulo de nuestra investigación, intentamos demostrar que Trilce describe un viaje que tiene en el escenario marino su lugar de partida (Trilce I) y de llegada (Trilce LXXVII), circularidad temática que, según nuestra hipótesis, no hacía otra cosa que reflejar la relevancia del ícono "0" (vocal, círculo o cero) tanto en la estructura del libro como en la mayoría de sus imágenes más relevantes y símbolos reiterativos (los números), mas ahora no a través de su estatismo --como "charco" o "tumba" de Los Heraldos negros-- sino a través de su dinamismo y la constante mudanza en su perfil icónico; es decir, el "0" observado desde otra perspectiva puede ser 1, y viceversa. En otras palabras, en este capítulo nos avocamos a la adecuación de una lógica radial y metamorfoseante para entender el cambio y proliferación numérica, y lo que esta última significa en Trilce. De esta manera es que encontramos una relación bastante motivada entre los números y el mar; más, también, entre lo no divisible o no fragmentable y la lluvia. El poemario de 1922, en cuanto marino, es un relato que se fragmenta en personajes, de los cuales los números son sus símbolos; mas, en cuanto lluvioso, es lo no fragmentado, aunque efímero, y que basta con su sola presencia. Por lo tanto, frente al relato de raigambre marina --documentado desde la antiguedad--, el relato de la lluvia es aún virtual --viaje desconocido--, y en este sentido es que en Trilce subyacería también, finalmente, una utopía de la verticalidad. Trilce, entonces, parecería obedecer a una lógica multiradial y ternaria, pero donde el Tres no alude tanto a los números como a las dimensiones puestas en juego; esta es la manera por la cual este poemario se torna tridimensional, recrea con el lenguaje un paisaje en movimiento, todo el itinerario cinético de un viaje, del primero al último poema del libro.

Por último, en los "Poemas Póstumos I" (Poética del Nuevo origen, A) fue patente que los números reducían su paradigma al UNO y al DOS. El aliento de los versos era mayor tratando, a su vez, de encontrar desde ya un héroe para un gran fresco (ejemplo, los "niños" o la "Sierra de mi Perú"). Asimismo, constatamos que un culto solar se tocaba con el culto marino (mariano) de antes; que ahora al 0 de Trilce lo definía mejor esta confluencia (marino-solar) y que, además, aquel dígito de alguna manera se corporeizaba en forma de piedra. En general, sin embargo, los "Poemas Póstumos I" eran una indagación sobre el universo que obedecía todavía a un proyecto ilustrado o iluminista (semejante al Canto general de Pablo Neruda) ya que intentaba clasificar y articular todo bajo la estructura de un gran árbol, símbolo logo-falocéntrico de primer orden, aunque con la atingencia de que el árbol también representa simbólicamente la unión de los opuestos; sinónimo de convergencia ideal que mutó --siguiendo la irresistible atracción del cero o del círculo (0) en esta poesía-- y se perfeccionó en la piedra de los Poemas póstumos II.

Por su parte, en España, aparta de mí este cáliz (Poética del nuevo origen, B) la piedra le ganaba al árbol. La madre ("España") asimilaba al padre (Dios Creador) en este poemario; apoteosis de lo femenino, por lo demás, que ya la advertíamos delineada desde Los heraldos negros. La poética de la fusión encontraba aquí, pues, expresión plena. Esto se debía a que, percibida mejor desde los "Poemas Póstumos II" la dinámica de la maternidad, presente ya en el libro de 1918 y que involucraba al propio yo poético, constatábamos que ahora la piedra había transgredido y, al mismo tiempo, parecería haber superado una especie de tabú que estuvo expresado en la ausencia del número 8 en toda esta poesía. En otras palabras, el círculo superior (sol) e inferior (mar y tierra) del 8 eran ahora uno solo y, por ende, eran también sustantivamente ya otra cosa. Confluencia que incorporaba al mismo yo poético (microcosmos) y lo integraba y resolvía, asimismo, en su propia intimidad (masculino/ femenina) en 'madre' ("[niños] si tardo"). De alguna manera todo confluía hacia ese vientre preñado en que se había convertido la poesía de César Vallejo.

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