miércoles, 29 de diciembre de 2010

Trilce LXXVIII




JARDINES OBSOLETOS...
Breviario vacuno de teología apofática

Por Armando Almánzar Botello

“Y ella apenas difunta desnuda en el espejo”
Stéphane Mallarmé

¡Todo ha sido un gran descuido
en la limpieza del jardín!

Se produjo sin pensar el accidente:
un llamado fortuito al indigno portal de loca muerte:
viento y hojarasca...

Y el hombre -no lavado todavía por la lluvia su recuerdo- mira:
el cuerpo abierto en canal y la osamenta,
no escrita, silenciosa, resentida,
en garfios de rencor crucificada, lenta carne indecible que se abisma
desangrándose, convulsa,
todavía suspendida en la viga mayor del cobertizo,
(ni Rembrandt ni Francis Bacon adivinan su misterio)
venerable y ausente vaca triste. Vuelan moscas…

¡Piedad para la carne ayer hermosa y hoy abyecta!
Piedad para el Poema en la penumbra eviscerado.

Larvas proliferan ideas corrompidas por tu mente.
Abren versos nauseabundos por el cuerpo...
¡Oh, escritura!: esquirla furiosa de vacío cortante.

Sin embargo:
en el tronco del árbol más florido
con nuevas direcciones electrónicas, alto y limpio su amor digita el hombre
-galopa con su brío un nuevo texto-
Olvida ciertamente al gusano pertinaz de pobre ditirambo.
Y Arquíloco se ríe de la sombra.

Ahogada ella tu alfabeto en viejos alcoholes no perdona, mas comprende.
En ruin mal-acertijo luego caligrama no agraciado en formol, muerta ella al fin,
rota en el baile,
yerta casi esqueleto sin el buitre, sangra entreabierta mediodía, sangra,
seminal de hambre sin su hombre irreflexiva, agria en tumba,
vomita pena escrita
correos antiguos del infierno y muerte
olida en viejos caminos y tesauros
enemigos, parte a parte,
todavía sin su mundo.

Asegura mano en ristre loco el hombre no desea,
-con firmeza obstinada de pincel por la montaña-,
comer de nuevo carne putrefacta de ausencia,
ni volver a cabalgar la ilusión de los cangrejos, no apetece,
aquí en el lienzo,
trato alguno con aquellos pequeños animales,
las letras que poblaban, dialogantes,
el púbico ramaje oscuro con su hembra,
presumida lujuria de la nada, cefalópodos, cábalas, tijeras,
o piojos acuáticos en las malas hierbas
de fotosíntesis letal, tan engreída en tinta.
¡Oh, Cosmos!

Los veo a todos respirando un aire ajeno,
ya bebiendo, criaturas,
el sudor fosforescente de otro humano más deforme,
casi monstruo, alfabeto caníbal revertido,
filosa uña en mano izquierda, cogitando,
¡vigorosamente vivo en los gerundios!

Perdóname, mujer,
pues que todo lo vivido ha sido un gran desastre:
los poemas dibujados en la luz que un día soñamos,
la limpieza triste ahora del jardín gimiente,
los órganos transgénicos que aúllan su escritura
bajo el golpe de machetes y artefactos abstraídos.

¡Desbrózate, desnúdate mujer de tanto adverbio
y vuelca tus canastos de grafemas en lo neutro.
Criaturas abortadas en la hierba...

Rehabilita el olvido y el silencio:
¡Es tu condena!…

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